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Asociación Canaria de Estudio de la Globalización - ACEG -

HACIA UNA FILOSOFÍA DEL ENCUENTRO. Juan Montero Gómez

HACIA UNA FILOSOFÍA DEL ENCUENTRO
Como blanco y como filósofo quiero centrar mi exposición aquí esta tarde en lo que
podríamos llamar «Deber de memoria» o «Deber de reparación de la memoria».
Aun cuando hoy podemos hablar -en términos científicos- de la no existencia de razas,
pues existe una mayor diferenciación genética entre individuos de un mismo país que
entre individuos de razas distintas, procede una revisión de la historia desde el reconocimiento
de la contribución de la raza negra al nacimiento de Occidente. Aquello que
constituye nuestro orgullo como cultura, existía en buena parte cuando nuestros pueblos
eran bárbaros. Con el cristianismo como religión oficial y la iglesia católica como
brazo ejecutor, los blancos roban y falsean la historia a lo largo de los dos mil años del
mayor expolio jamás conocido. Como dice la escritora maliense Aminata Traoré: «Lo
peor no ha sido el robo sistemático de nuestras materias primas, del que todavía estaríamos
a tiempo de resarcirnos. Lo peor ha sido la violación sistemática de nuestro imaginario,
el hundimiento programado de lo nuestro, de nuestras culturas, de la imagen
que nosotros teníamos de nosotros mismos».
Así pues, todo intento serio de interculturalidad pasa ineludiblemente por la restitución
a los pueblos negros de lo suyo, empezando por la memoria, voluntariamente olvidada
y masacrada, de sus creaciones, de nuestra herencia.
Toda interculturalidad para que esté a la altura de su cometido, exige el reconocimiento
equilibrado de las culturas del encuentro, nunca podríamos hablar de interculturalidad
desde la dominancia y el desprecio.
Es por todo esto por lo que me propongo hoy aquí esbozar apenas, en el deseo de que
después sigamos dialogando entre todos, la importancia de los pueblos negros, pueblos
africanos, en el origen de nuestra historia y de nuestros valores.
La trata, la colonización y, acto seguido, un neocolonialismo de multinacionales y déspotas
a sueldo de las metrópolis, han obligado al negro -a lo largo de casi cinco siglosa
buscar sus referencias identitarias en culturas y mundos que les eran ajenos.
Podríamos hablar aquí de pasada de la imagen del blanco. Durante mucho tiempo,
demasiado, la imagen de sí mismo trabajada por el blanco en tierras africanas le equiparaba
a un semidios: desde la prohibición, impuesta a los africanos durante el período
colonial, de dejar África y recibir por tanto información de su propia mano de las culturas
y los usos blancos, hasta la retirada subrepticia de los enfermos o heridos blancos
bajo un pretendido permiso vacacional y la no concesión de permiso de viaje a África de
blancos impedidos o deformes, todo ello abundaba en el intento de recrear la imagen
del blanco como raza sin defectos. Un blanco siempre aparecía ante el negro como un
ser superior dotado de unas capacidades inalcanzables. Nunca enfermo, siempre dispuesto,
el blanco habitaba una esfera distinta de la realidad.
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Si a esto añadimos la imposición de lenguas europeas (mayormente el ingés y el francés)
sin tradición en la cultura africana, y el desprecio de las lenguas vernáculas. Este
machaqueo de lo propio acompañado del diezmo de la población derivado de siglos de
esclavitud provoca, en pueblos de tradición oral donde el sostenimiento de todos los
eslabones de la cadena generacional es vital, un corte abrupto de la transmisión cultural.
Durante siglos el negro ignora sus referencias originales, un muro de ignominia e
ignorancia programada se levanta entre ellos y su propia historia. Hoy, el relevo a la
esclavitud despiadada como método de disgregación y aniquilamiento cultural, lo han
tomado las instituciones financieras internacionales, la cínica deuda externa (¿quién
debe a quién?), las guerras provocadas, epidemias sospechosas como el sida con el
inestimable apoyo a su expansión por parte de nuestra iglesia y la indiferencia secular
ante enfermedades que, como la malaria, de haberse dado en continentes ricos, haría
ya mucho tiempo que hubiese sido erradicada.
Pero como no todo ha de ser terrible y nada es eterno, en la historia de los pueblos
negros desde el costeo de los portugueses allá por el siglo XV, existe una época clave,
un período que se extiende desde la segunda guerra mundial hasta los primeros años
sesenta del pasado siglo. Siendo la década de los cincuenta años de revueltas, esperanzas
y conquistas. Todo empezó, como casi siempre pasa con los pueblos oprimidos,
por una pulsión egoísta de los amos. Europa se desangraba en una guerra en el fondo
fratricida cuando, ante la necesidad imperiosa de vencer, los gobiernos europeos se
acuerdan de sus queridos negritos. Nacen entonces cuerpos reconocidos por su valor
y, una vez acabada la contienda, por el desprecio al que una vez más se vieron sometidos,
como los fusileros senegaleses y junto con ellos y con su obligada visita a tierras
europeas comenzó a resquebrajarse el mito del blanco.
Por los caminos de la Europa de los años 40, el negro encuentra lo que habitaba entre
los suyos: enfermedad, miseria, odios, hambruna, muerte... El blanco resulta pues como
el negro, el retorno de estos exiliados a la fuerza constituye el embrión de lo que, algo
más tarde, serán los partidos por las independencias, asimismo la labor de los intelectuales
negros en la recuperación de la memoria histórica alcanza cotas hasta entonces
insospechadas, se avecina la década prodigiosa, los años de la negritud de los que el
filósofo francés Jean Paul Sartre, refiriéndose a uno de sus mayores exponentes el
poeta y activista antillano Aimé Cesaire, llegó a decir que era la mejor pluma en francés
de su tiempo. Elogio que André Breton, bien conocido en estas tierras tinerfeñas, compartió
con él.
Es en esta labor de recuperación de la memoria histórica a la que me referí en el
comienzo de esta charla donde, de forma inevitablemente rápida, quisiera centrarme
ahora. Dos son los autores negros clave en este proceso; de una parte el historiador
senegalés Cheikh Anta Diop y de otra el filósofo, helenista y latinista de la Guayana
inglesa George Granville Monah James.
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Por uno de esos guiños que nos hace a veces la historia y que, un poco a la ligera,
solemos llamar casualidades, los dos libros fundamentales de estos autores: «Naciones
negras y cultura» de Anta Diop y «Herencia robada« de Monah James aparecen el
mismo año 1954, el primero en Francia y el segundo en Estados Unidos, sin que estos
escritores se conociesen entre sí. Sin embargo desde su mutuo desconocimiento, las
tesis que ambos autores mantienen en sus obras, van a hacer del año 1954 el año del
renacimiento intelectual negro-africano. Sobra decir que ambos investigadores eran plenamente
conscientes de la trascendencia de lo que estaban escribiendo.
«Naciones negras y cultura» cuyo contenido fue originalmente una tesis doctoral propuesta
a la Sorbona y rechazada como herejía, fue publicada por Presence Africaine,
editorial y librería parisina perteneciente al senegalés Alioune Diop, tras haber sido
rechazada por varios editores blancos. Este libro demuestra de forma exhaustiva y
minuciosa la anterioridad de las civilizaciones negro-africanas por relación a cualquier
otra civilización planetaria y, asimismo, demuestra la naturaleza negro-africana de todas
las culturas de los antiguos pueblos del Valle del Nilo: Sudán, Nubia y el Egipto predinástico
y dinástico. Sin embargo, durante 20 años, fue relegado al ámbito francófono y
no es traducido al inglés y a otros idiomas hasta que en 1974, después de 20 años de
lucha por el reconocimiento de sus ideas, éstas se imponen en una encendida defensa
de su autor en un congreso de egiptólogos organizado por la UNESCO en El Cairo bajo
el título: «Poblamiento del Egipto antiguo y desciframiento de la escritura meroítica». Es
después de este congreso que sus revolucionarias ideas sobre la importancia de los
pueblos africanos en la historia del continente y en la historia universal, pasan a formar
parte de la Historia General de África editada por la UNESCO.
De igual forma, el libro de Monah James «Herencia robada» que demostraba la inexistencia
de lo que llamamos Filosofía Griega y devolvía el mérito de todas las ideas que
sustentaron esta falsedad a sus verdaderos autores, los egipcios, cultura negra-cultura
africana., pudo ser publicado sólo con dinero del bolsillo de su autor y, poco después se
convirtió en el primer libro retirado de las universidades norteamericanas. Corrían los
años del Ku-Kux-Klan y de los movimientos de emancipación negra. El libro de Monah
James se propagó como la pólvora por los ambientes estudiosos negros de los Estados
Unidos, empieza entonces a ser invitado a conferencias por todo el país, pero no llega a
dar ninguna pues, poco antes de caer el telón sobre el año 1954 el autor aparece estrangulado.
El asesinato de Monah James el mismo año de la publicación de su libro, todavía
hoy impune y sin siquiera haber sido investigado, impidió de forma definitiva que estos
dos colosos de la memoria colectiva y del orgullo negro pudieran llegar a conocerse.
Hoy sería imposible detenernos de forma prolija en la obra de estos dos autores, bástenos
antes de terminar resaltar algunos puntos básicos.
Varios son los argumentos esgrimidos por Cheikh Anta Diop en su libro para demostrar
sus tesis de la anterioridad de la civilización negro-africana y de la naturaleza negra del
egipto de los faraones:
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En primer lugar se refiere el autor al incontrovertible TESTIMONIO VISUAL de los historiadores
y escritores de la antiguedad. Para los escritores griegos y latinos contemporáneos
de los egipcios de la antiguedad la antropología física de éstos no ofrecía ninguna
duda: los egipcios eran negros de labio grueso, cabellos rizados y piernas delgadas.
El testimonio casi unánime de autores como Herodoto, Diodoro de Sicilia,
Estrabón, Apolodoro, Esquilo, Aristóteles ... etc, establece que las razas del Valle del
Nilo eran razas africanas y negras que, establecidas en primer lugar en Etiopía, en el Nilo
medio, irán descendiendo paulatinamente hacia el mar siguiendo el curso del rio.
Otro testimonio importante es el TESTIMONIO BÍBLICO. Hay que analizar la génesis del
pueblo judío: quién es el pueblo judío, como nació, cómo engendró esta literatura que
es la Biblia en la cual la descendencia de Kam, hijo de Noé y ancestro de negros y por
lo tanto de egipcios, sería maldita. ¿CUÁL ES EL ORIGEN HISTÓRICO DE ESTA MALDICIÓN?.
Extraeremos un texto del libro donde el autor da cuenta de estos acontecimientos.
«Aquellos que iban a convertirse en el pueblo judío llegaron a Egipto huyendo del hambre
en Palestina y en número no superior a 70 pastores organizados en 12 familias
patriarcales, nomadas sin industria, sin cultura, el pueblo judío abandona Egipto 400
años más tarde siendo 600.000 y habiendo edificado los elementos básicos de su tradición
futura y, más concretamente, el monoteísmo». En el transcurso de estos 400
años de estancia en Egipto el pueblo judío pasa de ser bien acogido, protegido por los
faraones y dedicados al cuidado de los rebaños del señor, a ser temido por su crecimiento
desorbitado con el riesgo que podía significar para Egipto la alianza de este pueblo
con enemigos exteriores. Comienzan así a perder el favor del faraón y a ser perseguidos
en los que iban a ser los primeros progromos de la historia de este pueblo.
Empiezan los asesinatos de los hijos varones de las mujeres judías, son sometidos
como pueblo a las mayores vejaciones y destinados a los trabajos más esclavos.
Si el pueblo egipcio hizo sufrir tanto al pueblo judío como cuenta la Biblia y si el pueblo
egipcio era un pueblo de negros descendientes de Kam como mantiene la misma Biblia
y como ellos mismos se autodenominaban: Kemit, el país de los negros, no podemos
ignorar las causas históricas de la maldición de Kam expresada en la literatura judía
inmediatamente posterior a este período de persecución. Todas las contradicciones
aparentes se aclaran y la lógica de los hechos aparece en toda su desnudez: los habitantes
de Egipto simbolizados por su color negro tal y como su propio nombre indica,
fueron malditos para siempre en la literatura del pueblo que ellos habían oprimido.Es la
historia escrita por los esclavos frente a los señores, se trata de la venganza de los
oprimidos frente al opresor.
Otros argumentos en defensa de la negritud y africanidad del Egipto antiguo son propuestos
a lo largo del libro de Cheikh Anta Diop. Por falta de tiempo me limitaré a enunciarlos:
los egipcios se dirigían a sus dioses principales bajo el apelativo KMT que, como
hemos visto, significa negro. Osiris e Isis, entre otros, eran dioses negros. El culto a los
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ancestros así como el totemismo emparenta de forma estrecha a la cultura egipcia con
las otras culturas negras del continente, lo mismo cabe decir de la práctica de la circunsición
que es tomada de los negros posteriormente por los pueblos semitas. El análisis
científico de la dermis de algunas momias, escogidas a lo largo de diferentes períodos
de la historia de este pueblo, atestigua la presencia indudable de melanina en la
piel. Es de destacar también que el grupo sanguíneo al que pertenecen incluso los egipcios
actuales, sobre todo los del Alto Egipto, es el mismo grupo B de las poblaciones
del África occidental que habitan junto al oceano Atléntico y no el grupo A2 característico
de la raza blanca antes de cualquier mestizaje. De igual forma está demostrado el
parentesco íntimo entre la lengua del antiguo Egipto y las lenguas negras actuales y más
específicamente el Walaf, hablado también en Senegal, es decir sobre las costas atlénticas
del continente africano. Por si esto fuera poco y ya para terminar, también las
representaciones humanas que debemos al arte de este pueblo, tanto en escultura
como en grabado y pintura, manifiestan rasgos y colores claramente negroides y así lo
expresa el propio autor:
«Destaquemos que las representaciones humanas de la Protohistoria y del Período
Dinástico no corresponden, de ninguna manera, con la idea que de la raza egipcia de
fienden los egiptólogos occidentales. Allí donde el tipo racial autóctono se nos presenta
con un mínimo de nitidez, aparece siempre como negroide. En ningun lugar los elementos
indo-europeos y semitas son representados, siquiera como simples ciudadanos
libres al servicio de un jefe local. Las escasas representaciones que encontramos los
muestran siempre como cautivos, las manos atadas detrás de la espalda o en posición
arrodillada. Representan pues una raza de siervos, una raza dominada».
La argumentación aquí expresada hace concluir a Cheikh Anta Diop que «Grecia ha
tomado de Egipto (no nos olvidemos, un país de negros africanos) todos los elementos
de su civilización, incluido el culto a los dioses. Es pues Egipto y no Grecia la cuna de
la civilización».
Y es a partir de esta aserción, que ambos autores comparten y se encuentra a la base
de sus respectivos trabajos, cuando podemos pasar a comentar brevemente el libro de
Monah James. Como su nombre indica, «Herencia robada», este libro nos habla de un
robo y como tal de una acción ejecutada a plena conciencia. Está bien que se me haya
presentado como licenciado en filosofía a la hora de introducirnos en la obra de Monah
James pues, licenciado en el año 1982, todo lo más que llegué a saber entonces en lo
referente a la tesis de este libro, fue que prácticamente todos los filósofos y estudiosos
griegos de la época iniciaban sus estudios en Egipto, pero nunca se me ocurrió pensar
en palabras del propio James que «Los Griegos no han sido los autores de lo que injustamente
se ha llamado filosofía griega, ésta ha sido básicamente creada a partir de
ideas y conceptos tomados en préstamo sin ningún reconocimiento o, peor aún, robados
por autores griegos deshonestos a los antiguos egipcios que eran un pueblo negroafricano
».
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Es el Sistema de los Misterios de Egipto, universidad de la antiguedad, hermandad
extendida por buena parte del mundo conocido lo que se encuentra a la base de todo
el conocimiento greco-romano y occidental. Contra toda lógica, 5.000 años de pensamiento
en el continente negro se diluyen como un azucarillo frente a los escasos tres
siglos de lo que el propio Aristóteles y su escuela, en un compendio harto improvisado
y falto de referencias claras, dio en llamar Filosofía Griega, es decir el período que va del
primer filósofo presocrático hasta el propio Aristóteles.
Sería imposible aquí alargarnos en un recorrido por esta obra que intento presentar,
resaltaré sólo algunas sospechas del autor que, a la postre, se convertirían en acusaciones.
Una vez James recorre la historia del pensamiento griego presocrático demostrando
que sus propuestas filosóficas son apenas ramas del tronco egipcio, se centra
en los filósofos griegos por excelencia: Socrates, Platón y Aristóteles. De ellos plantea
en síntesis lo siguiente: «Platón, alumno de Sócrates quién fue reconocido como el
padre de los filósofos de Atenas, fue él mismo reconocido por la posteridad exclusivamente
como filósofo. Aristóteles, alumno de Platón quién fue su único maestro durante
20 años ha sido sin embargo exaltado durante siglos como uno de los grandes científicos
de la Antiguedad. ¿Cómo hizo Platón para enseñar a Aristóteles lo que él mismo
ignoraba, es decir las ciencias?; ¿por qué Aristóteles permanece veinte años de su vida
recibiendo enseñanzas de quién, con toda evidencia, no podía aprender ninguna ciencia?;
¿cómo pudo escribir Aristóteles el número extraordinario de trabajos que se le atribuyen
(alrededor de 1.000 títulos), cuando esto es algo del todo imposible en el plazo
de un vida humana?».
Resumiendo James añade: «La filosofía griega es como un drama cuyos principales actores
fueron Alejandro Magno (cuyo preceptor fue Aristóteles), Aristóteles y sus sucesores
en el escuela peripatética, y el emperador romano Justiniano. Alejandro invadió Egipto y
se hizo con la Librería Real de Alejandría como botín de guerra y la saqueó. Aristóteles,
favorecido por quién durante años había sido educado por él, hizo su propia librería con
los libros saqueados, mientras su escuela ocupaba el edificio y lo usaba como centro de
investigación. Finalmente, el emperador romano Justiniano, con su conocido edicto,
abole los templos y escuelas de filosofía, nombre este último procedente a su vez de los
Misterios Egipcios y que los griegos reclaman como suyo, a causa de lo cual han sido
falsamente alabados y honrados durante siglos por el mundo como grandes filósofos y
pensadores. Esta enorme contribución a la civilización fue en realidad hecha por los egipcios
y por el continente africano y no por los griegos y el continente europeo ... De no ser
por este drama de la filosofía griega y sus actores, el continente africano habría tenido
una reputación diferente, y habría disfrutado de un estatus de respeto entre las naciones
del mundo. Esta desafortunada posición del continente africano y sus gentes aparece
como resultado de un falseamiento sobre el que se ha construido todo un prejuicio racial:
la opinión histórica del mundo sobre el continente africano como continente atrasado,
como gentes atrasadas, como civilización atrasada».
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Para terminar esta exposición tomaré prestadas las palabras de Monah James cuando él
mismo nos habla de la intención de su obra, intención ésta perfectamente extrapolable a
Cheikh Anta Diop, Frantz Fanon, Aimé Cesaire y casi todos los grandes escritores negros
de los años 50 del pasado siglo:
«La intención de este libro es establecer relaciones sanas y mejores entre las razas del
mundo, revelando una verdad fundamental que concierne a la contribución del continente
africano a la civilización. Debe ser grabado en la mente de todos que, la primera lección
en las Humanidades ha de ser dar a conocer a los pueblos su auténtica contribución
a la civilización, y la segunda lección es enseñárselo a las demás civilizaciones».
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